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“El alma respira a través del cuerpo y el sufrimiento, ya empiece en la piel o en una imagen mental, tiene lugar en la carne”

Damasio, Antonio. El error de Descartes. 1994 p .19

El Miedo Como Herida

El Miedo Como Herida es una serie de 11 fotografías que explora el miedo desde una perspectiva interna de lo que sucede en el cuerpo, y externa de la violencia que nos rodea.

Es de noche, estoy en la cama a punto de dormirme. De repente oigo un golpe fuerte y brusco. Se me acelera el pulso, pierdo la circulación en las extremidades, tengo sudores fríos y se me encoge el estómago. Aparecen en mi cabeza imágenes terribles de violencia sobre la carne y me siento como si estuviese ante un gran peligro. Tranquila, estás a salvo y todo es fruto de mi imaginación. ¿Es mi miedo real o un artificio de mi cabeza?


El neurólogo Antonio Damasio dice que nuestras emociones proporcionan un medio natural para que el cerebro y la mente evalúen nuestro interior y exterior y se desplieguen las respuestas necesarias para promover la supervivencia y regular la vida en un estado positivo.


Los dispositivos para sentir emociones se activan al nacer, pero aquello por lo que desplegamos nuestras emociones cambia con nuestra experiencia y aprendizaje. Un aprendizaje que, según el trabajo del zoólogo Robert Hinde, no se adquiere ante la exposición al objeto que provoca el miedo, sino ante la exposición a la expresión de miedo.


La emoción del miedo –apunta Damasio – se manifiesta ante la presencia de un desencadenante externo –real o rememorado –, que es interpretado como amenaza o peligro y que dispara una rutina de comportamientos con alteraciones en el cuerpo en clave de dolor: se dilatan las pupilas, aumenta la sudoración, las venas y las arterias se contraen, el corazón late con mayor intensidad, los músculos se tensan, los bronquios se expanden, el estómago se ralentiza, los intestinos se paralizan y aumenta la actividad cerebral.


Después de sentir la emoción aparecen pensamientos relacionados con el miedo a partir de recuerdos o de la imaginación en una red de dos direcciones: las emociones provocan pensamientos y los pensamientos provocan más emociones. A continuación, nuestro cerebro recibe señales de lo más profundo de la carne cartografiando la estructura y el estado de las vísceras dando lugar a imágenes mentales en forma de idea: el sentimiento del miedo.


Parece que en estos días vivimos indefensos, vulnerables y amenazados por temores imaginados que nos acechan. Tal como explica el sociólogo Hugues Lagrange se trata una angustia reciclada social y culturalmente y un miedo derivativo que orienta su conducta tanto si hay una amenaza inmediatamente presente como si no. Es como un sedimento de una experiencia pasada de confrontación directa con la amenaza: una herida que sobrevive a aquel encuentro y se convierte en una conducta aun cuando ya no exista amenaza directa alguna, y que está relacionada con la ausencia de confianza en las defensas disponibles.


Esa experiencia de confrontación no es irreal, no es imaginada. Son las imágenes y mensajes de terror a las que estamos expuestos a diario en nuestras casas y que nos han herido como una posibilidad a la que ahora estamos expuestos y ante las cuales no hay defensa posible. El historiador Lucien Febvre hablaba de la omnipresencia del temor a la oscuridad que empezaba al otro lado de la puerta de la choza y envolvía el mundo existente más allá de la granja. Pero la oscuridad ya no está fuera. La oscuridad se ha colado dentro de casa, en nuestras mentes.


Como expone el escritor y periodista Mark Danner “Lo inconcebible, lo inimaginable, se ha vuelto brutalmente posible”

Exposición dentro del ciclo expositivo EnFoco. CENTROCENTRO, Madrid.